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martes, 28 de octubre de 2008

Un problema gordo


El desencuentro con la persona nos convierte en técnicos, en resolvedores de choice, en robots que repiten de memoria un procedimiento. Degrada nuestra carrera, que deja de ser un arte y una ciencia, y se convierte en un triste sinsentido.
Hace aproximadamente un mes, rotando en el servicio de cirugía general en el Argerich, estuve en una cirugía bariátrica, esto es, en una cirugía para el tratamiento de la obesidad. El procedimiento que yo presencié consistía en abordar por vía laparoscópica el estómago de la paciente para reducir su diámetro mediante la resección de una porción importante de la curvatura mayor.
Como se podrán imaginar, se trataba de una paciente heavyweight champion, una "gorda" de 160 kilos. La pobre mujer llegó en una camilla que apenas podía contener la totalidad de su cuerpo, situación que se complicó aun más al ser trasladada a la angosta mesa de operaciones, donde debió ser atada en varios puntos para evitar que se cayera tras la anestesia.
Si la imaginación ya está volando por esa sala de operaciones, puedo agregar algunos detalles: la paciente era realmente obesa, y sus 160 kilos se hallaban distribuidos en apenas 1,50 m de altura. El rostro reflejaba confusión y soledad, porque nadie le hablaba ni explicaba nada. Y la panza era monstruosamente deforme: era un colgajo enorme que pendía desde su abdomen y llegaba hasta la altura de las rodillas.
De más está decir que la paciente era el centro de atención de todo el equipo de cirugía, pero no por ser "la paciente", sino por ser "la gorrrda". Los chistes y comentarios iban y venían, al principio en susurros y muecas, y cuando la paciente se durmió, en alta voz. Pero el cenit, el momento culmen, se dio cuando una de las personas allí presentes decidió tomarle una foto con el celular a la paciente dormida y desnuda.
Por suerte, uno de los cirujanos intervino y en tono de reproche le dijo "-es una paciente-", y se cortó la joda. En ese momento me desperté. Ahí fui capaz de abstraerme de la situación. En realidad, fui capaz de abstraerme de la "gorda", y tomé conciencia de que era nuestra paciente. Hasta entonces había sido la gorda, ahora se convertía en una persona para nosotros.

3 comentarios:

  1. ¡Llegó Patch Adams a la blogósfera! Enhorabuena.
    Muy bueno el cuento de la gorda. Creo que es interesante el juego de palabras paciente - persona.
    Me pregunto, ¿es persona porque es paciente? ¿es paciente porque es persona?
    No tengo claro cuál de los dos conceptos despierta más el sentido de humanidad, o mejor dicho, una cierta misericordia sobre la persona. Por lo pronto, creo que la asimetría entre el cirujano y el paciente en el quirofano es irremediable. La anestesia hace otro tanto, sobre todo cuando ablanda carnes cual puchero de domingo.
    El desafío pasa entonces por redefinir qué implica ser persona en ese contexto, qué cosas se deben respetar.

    ¡Fuerza con el blog!

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  2. Tom, gracias por el comentario.
    Es interesante lo que decís: ¿qué es lo que despierta nuestro sentido de humanidad, el que sea persona o el que sea un paciente que sufre una enfermedad?
    Creo que los dos. Quizás el hecho de ser paciente despierta además misericordia y compasión.
    Por otra parte, la deshumanización del paciente anestesiado es una experiencia muy interesante, y será el objeto de futuros posts.

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  3. George, muy bueno el post man.
    Me parece que no tiene que despertar un sentido de humanidad: éste siempre tiene que estar presente, sea o no paciente -> es, después de todo, un ser humano.
    Comparto la idea de que, como paciente, nos debe generar misericordia y compasion, pero el sentido de humanidad nunca debe faltar en la ecuacion.
    Tip para otro post: el médico y su tendencia a olvidar que su labor es ayudar y servir, es para lo que se formó...

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