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viernes, 31 de octubre de 2008

Travesaño y afuera

El hombre siempre le ha tenido miedo a lo que es diferente. Y parafraseando al maestro Yoda, el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, y el odio lleva al Lado Oscuro de la Fuerza.
Desde hace 3 días que hay mucho revuelo en el hospital porque se ha internado un travesti (en adelante, "el paciente"). El problema es complejo: por empezar, ¿dónde se lo interna? Al principio, ella fue enviada a la sala de mujeres, porque en definitiva el paciente se siente mujer y quiere ser mujer; pero como se trata de un paciente que conserva el pene intacto y en uso, se decidió que era un escándalo que compartiera la habitación con otras mujeres, por lo que se lo trasladó en segunda instancia a la sala de hombres. Creo que es enriquecedor describir algunas características del paciente: para empezar, es un pibe de 22 años, y aunque parezca muy joven todavía, ya ha tenido tiempo de colocarse prótesis mamarias, decidirse a emigrar desde Perú hasta acá, y haber elegido su profesión como prostituta. Además, tiene tuberculosis avanzada, que no solo le ha afectado el pulmón, sino que también ha llegado a las meninges, y es justamente la meningitis el motivo de internación. Evidentemente, este cuadro responde a una inmunosupresión, por lo cual podemos sospechar que es HIV+, aunque no tengamos todavía los resultados.
Y bien, yendo a lo que nos compete, es interesante analizar las reacciones de todo el personal de salud frente a este paciente. Como se podrán imaginar, ha sido la comidilla de los pasillos en estos últimos días, y es muy difícil escapar a los comentarios y a los juicios de valor -y juicios morales muy duros- acerca de este paciente.
¿Cuál es, entonces, el rol de un verdadero humano frente a todo esto? ¿Qué se puede decir, qué se debe evitar, qué debemos sentir, cómo lo debemos tratar? ¿Vale hacer chistes? ¿Vale comentarlo con todo el mundo? ¿Vale sonreir cuado se habla del tema? ¿Vale indignarse y decir que es un degenerado?
En cuanto uno toma un metro de distancia del asunto la respuesta parece evidente... No nos podemos considerar verdaderos médicos, verdaderas enfermeras ni verdaderas personas si no aprendermos a tratar a estos pacientes con el respeto que se merecen. Alguien puede pensar que este hombre se ha degradado por las conductas que ha elegido: pienso que es más degradante la conducta que tomamos nosotros frente a él. Nosotros, que somos el paradigma de la cordialidad, el sumum de la humanidad, testimonio de profesionalidad, no somos capaces de hablar acerca de este paciente con respeto... No somos capaces de tocarlo y revisarlo como profesionales... ¿O sí?
Y por último, indagando en los sentimientos del profesional de la salud, de la persona, ¿no será necesario que seamos también capaces de sentir compasión y ganas de tratarlo, antes que rechazo? Hay que ver hasta dónde estamos dispuestos a llegar.
La pintura se titula "Travesti", por Claudio Goldini

1 comentario:

  1. Creo que recurrir al chiste es el refugio más fácil e inmediato en estos casos, y esconde la necesidad de tomar postura. Al no saber cómo tratarlo, te genera cierta incomodidad y recurrís al chiste para descomprimir.
    Felicitaciones por la iniciativa y por generar un espacio para pensar. Excelente post.

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