Bienvenidos

Humanicemos apunta a crear una red de gente que pueda compartir experiencias y reflexiones relacionadas con la humanización y deshumanización de nuestro sistema de salud. No pretendemos un análisis académico, sino una mirada humanizada del mundo cotidiano de la medicina.
Para contactarnos, escriban a humanicemoslamedicina@gmail.com

jueves, 12 de marzo de 2009

El sentido de morir

¿No la conocen? Es Jade Goody, estrella de la telebasura inglesa. Participó de Gran Hermano, y desde ese momento saltó a la fama. Los medios le dieron mucha difusión por su conmovedora historia de vida, su notabla falta de cultura y su histriónico personaje.
Hasta ahora nada nuevo... Sin embargo, su cabeza rapada es elocuente: sufre de un cáncer terminal, por el cual ha recibido varias sesiones de quimioterapia. Su enfermedad, aunque muy frecuente, es evitable, y para eso no hace falta dinero, sino educación. El cáncer de cuello uterino se previene con el famoso Papanicolau -el Pap-, que todas las mujeres debieran hacerse cuando visitan anualmente al ginecólogo. Esto permite la detección temprana de la enfermedad, y su tratamiento efectivo.
En el caso de Jade, el cáncer se detectó tardíamente, por lo cual su evolución hacia la muerte es irreversible, y todos los tratamientos que recibe buscan simplemente mejorar su calidad de vida, prolongándola lo más que se pueda. Solo quisiera agregar con respecto a esto que es responsabilidad de todos, y tuya, al leer este post, difundir las medidas de prevención del cáncer de cuello uterino, y alertar a las mujeres que conocemos.
Pero esto no termina acá. Es la segunda vez en poco tiempo que la muerte de alguien es seguida de cerca por los medios: me faltó ese pequeño detalle, Jade vendió los derechos de cobertura de todo este proceso que está atravesando a los medios de comunicación, y planea dejar ese usufructo a sus dos hijitos.
El otro caso fue el de Craig Ewert, aunque en esa oportunidad se trató de un suicidio asistido que se mostró por televisión. Esta vez no se planea mostrar la muerte de Jade, pero todo lo demás se está siguiendo de cerca.
a. ¿Medida heroica? b. ¿Sensacionalismo amarillista? c. ¿Manotazo de ahogado? d. ¿Último gesto de amor? e. ¿Pragmatismo? f. ¿Falta de intimidad? g. ¿Voyeurismo? h. ¿Dar a sus hijos la oportunidad que ella no tuvo?
Respuesta i. Todas son correctas (creo...) Estamos en un gran gris. ¿La muerte ya no es lo que era? ¿Qué sentido tiene?
Más info: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/triste/negocio/Jade/Goody/elpepisoc/20090222elpepisoc_1/Tes

lunes, 9 de marzo de 2009

"A mí nadie me saluda"

Nada mejor para un médico que ir caminando por un pasillo junto a sus colegas y que un paciente lo detenga para agradecerle sus servicios. Mejor aún si al paciente se le escapa alguna lágrima, o si es una atractiva señorita.

El reconocimiento de los pacientes es un gran incentivo para los médicos. Recordemos que antes la gente solía pagar las consultas con objetos y no con plata, y así se instauró también una costumbre de agradecer con regalos los esfuerzos terapéuticos de los profesionales. En algunos hospitales, los pacientes agradecen también a las enfermeras y les dejan propina, hecho que lamentablemente no es tan común.

Sin embargo, hay una especialidad que no goza del privelegio del reconocimiento público. Por lo general, cuando uno se cruza con estos sujetos, desvía la mirada, como cuando se cruza con una exnovia por la calle. Si el paciente llega a tener la valentía de saludar, por lo general lo hace fría y lejanamente, sin detenerse a agradecer. Y no solo esto, estos profesionales nunca saben si saludar o no, ya que podría resultar incómodo para su paciente.

Admitámoslo: son pocos los que abiertamente reconocen que van al psiquiatra. Está bien necesitar ayuda para que la tiroides funcione bien, y es lógico, a nadie le parece descabellado que una persona necesite tomar hormona tiroidea porque su cuerpo no la produce normalmente. Sin embargo, tener que tomar un medicamento que ayude a que el ánimo esté estable, o ayude a superar la tristeza, ya parece algo más complicado. Hay un halo de oscuridad alrededor de los psicofármacos y las enfermedades psiquiátricas. Está bien tomar algo para la tiroides, pero no está bien tomar algo para la "cabeza": sin embargo, nos olvidamos que en los dos casos el cuerpo es incapaz de producir adecuadamente una sustancia necesaria (perdón por la simplificación).

Por eso no saludamos a los psiquiatras por los pasillos... ¿por qué discriminamos tanto a los enfermos psiquiátricos?

Una curiosa forma de insultar

"Es muy común que se utilice la patología psiquiátrica para insultar", observaba estos días un agudo profesor de Psiquiatría. Y es verdad, nadie utiliza EPOC, insuficiente cardíaco, apendicítico, hipotiroideo o psoriático como epíteto para denostar desprecio o enojo. Sin embargo, sí se utilizan términos como loco (de m.), esquizofrénico, neurótico, oligofrénico, megalómano, psicópata, histérica, deficiente mental, hipocondríaco, etc.
De todas maneras, uno siempre tiende a analizar las cosas desde su propia óptica. El mundo de la medicina es, en realidad, pródigo en términos que sin quererlo terminan teniendo una connotación escatológica: términos que provienen desde todas las especialidades. Es el caso de gorda, obeso, ciego, manco, rengo, lisiado, impotente, sordo, espástico, pene, constipado, disléxico, etc.
En el fondo, la medicina no solo vela por nuestra salud, sino también por la riqueza de nuestro lenguaje. Pero dejando el tono de chanza, es interesante pensar el verdadero significado de las palabras que utilizamos, y al mismo tiempo, cómo podemos desmerecer a las personas que padecen ciertas enfermedades al utilizar ciertos términos inapropiadamente, ya sea para insultar o para hacer chistes y demás.
Todo esto refleja también la gravedad que asigna el inconsciente colectivo a las enfermedades mentales. A nadie le sorprende mucho que una persona sea hipertensa, o que haya tenido un infarto, o incluso cáncer, pero existe todo un tabú acerca de padecer depresión, o trastorno bipolar. Las primeras son mucho más mortales, y a pesar de eso, uno se anima a contar que un familiar o un amigo sufre cualquiera de esas enfermedades en una charla de café. Distinto es si se trata de depresión: a nadie le gusta ventilar que en su familia hay un depresivo, y mucho menos si se trata de uno mismo. Hay gente que se jacta de tener cuatro "by-pass", pero nadie alardea de haber salido de cuatro crisis depresivas.
Resulta que nos animamos a calificar a cualquiera de loco o de maniático, pero no nos animamos a hablar de esas enfermedades. Eso queda para el psiquiatra o el psicólogo y nadie más. ¿Cuál será la razón de todo esto?